Trabajo en equipo

Ser papás no es cosa fácil, por más que te prepares no puedes abarcar todos los aspectos que quisieras. Mi esposo y yo teníamos ya muchas cosas preparadas para la llegada de nuestro bebé, pero cuál fue la sorpresa que se nos adelantó todo y sí, nuestra casa estaba de cabeza, porque apenas habíamos empezado el proceso de limpieza, colocación de cuna, lavar la ropa y pañales del bebé, por cierto, el tema de los pañales se los contaré en otro blog.

El chiste es que, por más que deseas organizar todo, no sale como lo planeado, pero para que todo vaya sobre ruedas es sumamente importante el TRABAJO EN EQUIPO.

Me impresiona aún ver, escuchar e incluso vivir –porque claro, a la que siempre le pasa todo, esto también le pasó– el hecho de que por ser LA MUJER el trabajo de ser madre es exclusivo para nosotras, yo no necesitaba quedarme sola con mi bebé para conectarme con ella, yo ya estaba conectada con ella, tampoco necesitaba que me dijeran "¿pero qué vas a hacer cuando esté sola?".

Si bien el rol de la mujer aún se encierra en que debería de ser ama de casa y cuidar a los niños, hacer la comida, lavar y planchar, tener un hogar reluciente y atender a su marido, eso no es para mí, definitivamente, yo siempre lo supe y siempre se lo dije a mi esposo, yo estudié periodismo, algo que siempre me apasionó, no había otra carrera en mi mente más que esa, desafié a mi papá para entrar a la escuela que quería, estuve en una marcha y tuve trabajos estupendos, todo eso era y es realización personal.

Actualmente, como todas las mujeres y hombres, hago las tareas el hogar, pero siempre trabajando en equipo con mi pareja, nada puede ser posible haciéndolo tú a solas, tener un hijo, por encima de las actividades del hogar, debe ser una responsabilidad compartida, los dos tomaron la decisión, los dos se hacen cargo, independiente si uno sale a trabajar y el otro se queda en casa, tanto puede salir a trabajar la mujer, como el hombre quedarse en casa.


Debemos aceptar que estamos en tiempos distintos al de nuestros abuelos y padres, nuestras generaciones en verdad deberían de entender los conceptos que nos rodean, hoy el rol de la mujer ha cambiado, puedo salir a trabajar, tener familia y ser feliz.

El que el hombre sea quien salga a trabajar y provea a su familia no lo exime de cambiar un pañal, de bañar al bebé, de alimentarlo, de jugar, de conectarse. Queda claro que se llega cansado de trabajar, pero la mamá o el papá que se queda cuidando al o los niños, también se cansa y debemos ser muy atentos en eso, también estamos trabajando y merecemos un suspiro, una cena preparada por el otro o incluso, un vaso con agua, todo es cuestión de platicarlo y llegar a un acuerdo.

No es menos uno y otro, pero quien se queda con el bebé duerme menos que el que se va a trabajar, a veces no le da tiempo de comer porque los bebés son demandantes, al menos mi bebé casi no duerme en las tardes y quiere toda la atención, querer cinco minutos para comer pueden no aparecer. El cansancio físico es doble, nunca juzguemos a la pareja o exijamos más, cuando a veces ni la pijama nos da tiempo de quitarnos y de bañarnos ni se diga, por eso es importante la comunicación.

Yo estoy en casa, pero no me defino ni quisiera definirme como ama de casa, respeto y admiro a quienes lo hacen, mi mamá dejó de trabajar y se dedicó al 100 % a mis dos hermanos y a mí, eso siempre se lo aplaudiré. Hoy yo sigo siendo periodista, mamá y esposa, digamos que un poco ama de casa, pero sin olvidar por todo lo que he pasado y luchado, debemos dejar de encasillar a las mujeres en ese concepto tan cerrado de ser MADRES Y NADA MÁS.

Debemos darnos la oportunidad de abrir nuestro panorama y darnos cuenta que las cosas siguen su curso y vamos avanzando en muchos sentidos, hay que invitar a las empresas a conocer y aplicar el freelance/home office, que, si lo sabes desarrollar adecuadamente, puedes ser muy feliz, yo me declaro fan del HOME OFFICE, es lo que deseo y estoy haciendo.

Trabajar de la mano junto con tu pareja para el desarrollo de tu bebé es lo mejor que puedes hacer, mi esposo y yo lo hacemos, siempre hemos sido un gran equipo y hoy lo somos con mayor estabilidad, porque seremos dos quienes estemos educando a nuestra hija, porque el pilar no es uno nada más, cuando decides hacer vida en pareja, decides comunicarte, entender, dar espacios, aceptar y principalmente amar.

Nunca va a estar de más, hombre o mujer, organizar y planear quién hace ciertas cosas o apoyar en otras, mi frase favorita de todas las noches es: "échale un ojito a la niña mientras..." mientras me tomo un respiro, porque también se vale.

Se vale darse por vencida, pero...

El tema de esta nueva entrada puede, tal vez, generar controversia, pero me queda claro que en el mundo no soy la única que piensa así y a la que le pasó, también la que se está dando por vencida, sabiendo que no pasa nada, aunque hay un pensamiento de fracaso.

La lactancia materna es el tema, ya sabemos de antemano la importancia que ésta tiene para todos los bebés, la leche materna aporta todos los nutrientes que necesitan y da ciertas defensas para su desarrollo. Un doctor y una enfermera me dijeron "si le diste pecho el primer mes, tú tranquila, le diste lo necesario".

¿A qué viene esto? Bueno, en una más de mis historias, cuando nació mi bebé yo no tenía leche, tres días después eso cambió, pero yo sentía que no era suficiente para ella, fue entonces que no dejamos de darle fórmula láctea y estábamos dándole ambos, yo juraba que se quedaba con hambre, su pediatra me explicó que no, que ellos toman lo que necesitan.

Pero, mi mente no dejaba de pensar que necesitaba más, en fin, seguimos todas la indicaciones del doctor, es más, hasta me tomé las pastillas que me recetó para generar más leche e hice los "masajes", funcionó, no tanto como a lo mejor yo hubiera querido o me imaginaba que sería.


Recuerdan que me operaron, estuve días con medicamentos y días sin poder sacar la leche, cuando le permitieron a mi esposo ingresar con el tiraleche a urgencias, saqué lo que se pudo pero se tenía que desechar, esa leche no la podía tomar mi bebé porque al final del día estaba contaminada.



Y así se me fue la leche, dejé de producirla y me sentí triste, frustrada y enojada conmigo misma, había fallado como mamá, creanme que hay miles de pensamientos detrás de miles de comentarios de la gente.

Hubo médicos que me dijeron que ya no podría amamantar por todo el medicamento, otros médicos me indicaron que en un mes, otros que en tres meses, otros que en siete días, todos decían algo, pero yo tenía miedo de pasarle todo ese medicamento que tenía en mi organismo.

No había más que ir con el pediatra y preguntarle sobre ello. Le planteamos el tema y su pregunta fue "¿sientes que aún tienes leche?", mi respuesta fue sincera y con un nudo en la garganta: NO. Su cara nos lo dijo todo, ya no había nada qué hacer, me dijo que podía seguir intentando, muchas veces la leche regresa gracias a la succión que ejerce el bebé, pero en mis manos ya tenía una receta con la nueva fórmula láctea con la que alimentaria a mi bebé, evidentemente no la iba a dejar sin comer.

Entonces lo intenté, ella lloró y lloró mucho, se desesperó y yo también, preparé su fórmula y todo se tranquilizó. Probé cuando no tuviera tanta hambre y fallé una vez más, al día de hoy lo sigo intentando y sigo fallando, ella no lo acepta, mi primer pensamiento es que ya se acostumbró al biberón.

Me siento fracasada, sé que no tiene nada de malo no darle pecho, logré el objetivo del mes y del famoso calostro, al mismo tiempo recordé que mi mamá –por una complicación en el embarazo– tampoco me pudo amamantar y aquí estoy, he logrado cosas y nada me pasó, entonces, aunque aún me falta digerirlo más, se vale darse por vencida, se vale decir ya no puedo más, se vale decir "hice todo lo que estuvo en mis manos, seguiré con la fórmula".

A veces los pensamientos de terceros pueden afectarnos más de lo que nos imaginamos, aquí se trata de tu núcleo familiar, puedes y debes hablar con tu pareja sobre esto, ser equipo y entenderse cuando "se tira la toalla, pero hay otra solución"; y la otra solución es no darse por vencida, porque siempre habrá opciones.



¡Silencio, bebé durmiendo!

Es real cuando les pedimos a las visitas o a nuestra familia ¡SILENCIO, bebé durmiendo! Muchos dirán que los bebés se tienen que acostumbrar a los ruidos y a todo lo que hay en su entorno, cierto, ellos deben ir aprendiendo cada sonido que hay en su casa y en los lugares en donde estén conviviendo con los demás, niños o adultos.

Perooooooooo, sí, como en todo hay un pero, juro que cuando decimos eso es porque muchas-varias veces detrás de un bebé plácidamente durmiendo está un trabajo arduo para llegar a ese punto. Los bebés no siempre pueden dormirse después del cambio de pañal y la toma de leche. Ellos también se desesperan, lloran y no se pueden acomodar para dormir.




Pueden pasar horas y que tu bebé no pueda conciliar el sueño, en mi caso, hay mucha energía en ella lo que la tiene muy despierta, pero llega el punto en que tanto es su sueño que sus ojos están hinchados y rojos, no deja de llorar y entre arrullo y arrullo, cambio de brazos, chupón, cobija, cama, sillón, brazos, piernas, arriba, abajo y se logra dormir, es medalla de oro.

La situación es difícil para ambos, bebé y papás se desesperan porque uno no se puede dormir y los otros no saben qué más hacer para que duerma y cuando se logra y hay ruido –con ruido nos referimos a música fuerte, dejar caer cosas, tv con volumen muy alto, tampoco es que queramos que todo o todos estén mudos–, todo vuelve al inicio, y creanme volver al inicio es más difícil de lo que se imaginan.

Así que, cuando vean un bebé durmiendo, actúen normal, pero siempre POR FAVOR, modérense en sus risas o plática, es toda una labor que ustedes no querrían hacer.



Me sentí culpable

Pues sí, cuando se es mamá hay muchas cosas por las cuales nos sentiremos culpables, lloraremos y terminaremos en el suelo sin saber qué hacer o preguntándonos mil veces si lo que hicimos estuvo bien.

Como ya saben, a mí todo me pasa y después de que nació mi bebé, días antes de que cumpliera un mes terminé en el hospital.

¿Recuerdan lo que les conté de la vez que me hicieron el estudio para asegurarnos de que mi bebé se movía? Bueno, ya en ese entonces me mataba la acidez, me dijeron que "era normal", que tenía gastritis, tuve medicamento, siempre pareció que era eso.

Una ocasión, estando sentada en la cama, sin hacer absolutamente nada, ya no podía respirar, me vino un dolor en la espalda que se corría hasta el pecho –a la altura de la boca del estómago–, esa ocasión estaba desesperada no sabía qué hacer, lloraba y al mismo tiempo trataba de respirar y no podía, mi esposo me ayudó a tranquilizarme y pasó el susto.


Primero me dijeron que el bebé se había estirado y me había aplastado, provocando que se me fuera la respiración, después la misma escena me volvió a pasar y fue un cuadro severo de gastritis.



A la semana que nació mi bebé, el cuadro se volvió a presentar, ya no había bebé que me aplastara y tampoco gastritis, tan mal me sentía y al borde del desmayo que llegó la ambulancia, me revisaron y resultó que el médico que venía me dijo "tiene depresión post parto, colitis nerviosa y gastritis", me inyectaron en ese momento y como una hora y media después me sentí mejor.

¿Y qué creen? Sí, me volvió a pasar, estaba con mi esposo, mi bebé y mi mejor amiga, si ya me había sentido mal esa última vez, en ese momento sentía que moría, tan mal estaba que llegué con un médico particular, me revisó, me mandó inyecciones y me dijo "si vuelve otra vez el dolor, te vas al hospital de inmediato, puede ser la vesícula".

Pues pareció profeta el médico, a la hora, estaba doblada de dolor y camino a urgencias, lugar en donde padecí la más terrible experiencia. Tres días después de mi ingreso y entre la poca atención médica y seguimiento de los casos, llegó el médico que al verme me hizo unas cuantas preguntas y concluyó que me operaría ese día y me quitaría la vesícula, literal nada más me dejó ir al sanitario y ya me estaban llevando al quirófano.

¿Por qué me sentí culpable? Porque mi bebé cumplió un mes de nacida y no estuve con ella, porque me operaron justo el 10 de mayo y porque después de eso, estuve sin mi bebé 15 días, los 15 días más extraños, tristes y desesperantes porque no la podía cuidar, tenía primero que recuperarme para poder estar bien para ella.

Me sentía una mala persona por "abandonarla" de esa manera, por haber terminado en el hospital, porque pensaba que tantos días lejos se olvidaría de mí, por supuesto que no fue así, pero estando sola en urgencias una piensa muchas cosas.

El día que fuimos a casa de la mamá de mi esposo –porque ahí estuvo todo el tiempo–, al verla sentí un vuelco en el corazón, por fin estábamos juntas y volveríamos a casa.



Yo quería cesárea

Una vez más pensarán que estoy loca, pero así como viví mi embarazo, lo último que quería era sentir más dolor. Al principio me preguntaban que yo qué quería, parto natural o cesárea, siempre contesté que esa no era una decisión mía, que mi cuerpo y mi bebé eran los que tenían la última palabra.

Aunque yo decía eso, mi mente sabía que quería una cesárea, ya me había informado sobre todo, eso sí, siempre leí mucho sobre ambos temas y aunque la recuperación de una cesárea era "más larga", nunca me importó.

Siempre acudí mensualmente a mis citas con el ginecólogo –por favor, nunca falten, es muy importante el monitoreo constante para estar seguros de que todo va por buen camino–, él me había dicho que todo pintaba bien, para un parto natural, dije bueno, ya estoy en esto.

Por qué les digo que es de suma importancia esas citas, bueno, porque en una de ellas yo me sentía bien, algo mareada y con dolor de cabeza, pero algo que ya era una constante para mí, en la revisión el doctor me tomó la presión, salí altísima, él se asustó y me preguntó justo que si me sentía mal, le dije que no, una segunda toma de presión volvió a marcar presión alta.



Recuerdo perfecto que me dijo "¿llevas prisa?" a lo que contesté que no, seguido de eso me indicó que debía hacerme en ese momento un estudio llamado PSS (prueba sin estrés o prueba de bienestar fetal) qué básicamente media los latidos y movimientos del bebé, salí del consultorio y al ver a mi papá esperándome, se me hizo un nudo en la garganta, algo dentro de mí decía que algo pasaba, pues el doctor no explicó más.

Pagué el estudio y una enfermera ya me esperaba, tuve que acostarme durante 45 minutos boca arriba, alrededor de mi ya enorme panza había una especie de cinta elástica y unos chupones, pasados unos 15 minutos, la enfermera le comenta al doctor "no hay movimiento" en ese instante me dije a mí misma: movimiento de qué. El doctor volteó a verme y me dijo "el bebé no se mueve, vamos a esperar a terminar el estudio, si no veo nada, tendremos que hacer cesárea".

Nada más de escribirlo y recordar ese momento, lloro porque no se imaginan todo lo que pasó por mi mente, sabía que mi bebé ya podía nacer, estaba por la semana 38.5, pero eso no era lo que más me aterraba, me aterraba ese EL BEBÉ NO SE MUEVE, me han dicho cosas terribles, pero esa rompió mi corazón.

Fue el estudio más largo que pudieran haberme hecho, no por el estudio en sí, más bien, por lo que representaba, 20 minutos antes de llegar a los famosos 45, el doctor me dijo que estuviera tranquila, podría estar en la fase de sueño y por eso no se movía, pero volvemos a lo mismo, quién puede estar tranquila después de que le dicen eso. Afortunadamente bebé se movió, justo a 15 minutos antes de culminar.

Dado ese episodio, tuvieron que mandarme medicamento para controlar mi presión y reposo, el panorama ya había cambiado, estábamos 50/50, no sabíamos si sería normal o cesárea.

Fue así que el domingo 09 de abril del 2017, a las 6:40 de la mañana se me rompió la fuente, seguido de eso, dos contracciones y no más dolor. Llegué al hospital, el ginecólogo me revisó para saber cómo estaba tanto el bebé como yo, en ese momento nos informó que sería cesárea, debido a que llevaba ya cuatro horas desde que se rompió la fuente y no había dilatación.

A las 11:00 de la mañana, yo estaba ya viendo por primera vez a ese ser que vivió en mí por 39.5 semanas, que me hizo sufrir, pero que también amé desde el primer momento.

Nunca serán menos o más si su bebé nace por una u otra forma, no dejen que comentarios ajenos las inunden de dudas o miedos, su bebé va a nacer como mejor convenga para ambos, siempre serán GRANDES MUJERES con o sin parto natural, con o sin cesárea, es toda una hazaña la que vivimos como para rematar y hacernos menos por cómo llegó esa extensión de nosotros a este mundo.

¡Las vacunas!

Llegó un punto en que, durante el embarazo, me harté que me dijeran “ah eso que tienes, o eso que sientes o lo que te pasa es normal”, cabe hacer mención, que como muchas mamás primerizas, todo me pasó, todo sentía y la pase muy mal, afortunadas aquellas que vivieron un embarazo en plenitud sin ningún síntoma y sin grandes-extremos cambios.

Ahora, que mi bebé ya cumplió dos meses, volvemos a empezar con la misma frase “ah es normal”, antes pretendías comprender y tratar de llevar las cosas con calma, pero eso cambia cuando ya no eres tú la que se siente mal, hoy te das cuenta que ese “es normal” para ti puede ser la Tercera Guerra Mundial, tu mundo, sin duda, se cae a pedazos porque de entrada no sabes qué hacer y tu bebé ¡no habla!

Hago referencia a esto, porque justo hace unos días llevé a vacunar a mi bebé. Vamos a partir en que yo sufrí más, tres inyecciones, dos en su pierna derecha y una en la izquierda, la única que no padecí fue la que le dieron tomada, ella lloró, claro, cómo no lo iba a hacer con semejantes agujas, pero se calmó pronto, yo, en cambio, estaba que moría por dentro. La enfermera me comentó que probablemente le daría temperatura, que si pasaba de 37.5, tendría que llamar al pediatra para que me dijera qué hacer.



En el transcurso del día, todo iba bien, eso sí, no le quité los ojos de encima, había una angustia, sí, esa angustia de madre primeriza. En la tarde-noche al cambiarle el pañal la sentí sumamente caliente, tomé el termómetro y éste marcó 37.7, entré en pánico, ella empezó a llorar, le di de comer para tranquilizarla un poco –yo estaba sola– y me diera oportunidad de llamarle al pediatra.

Por fin logré comunicarme con el doctor, yo estaba con un nudo en la garganta, es más, si mi desesperación hubiera sido mayor, habría estado en la puerta del hospital. El doctor me indicó cuántas gotas de “x” medicamento tenía que darle y que con eso bajaría. Abrir el frasco a prueba de niños, se convirtió en el frasco a prueba de mamás desesperadas e intensas, sin saber qué hacer y con ganas de llorar porque además mi esposo no llegaba, el frasco no se abría y entonces lloré, porque mi bebé empezó a llorar.

Tuve que acudir a mi hermano para que viniera rápidamente a mi casa a abrir un frasco de medicina, volví a tomar la temperatura, 37.9, pánico total, le di las gotas, le quité los calcetines, la ropa y la dejé en pañal y con una sábana. Ella estaba tranquila, pero yo no, me sentía agobiada, pensaba múltiples situaciones. La temperatura cedió al cabo de unos cuantos ETERNOS minutos.

Entonces, mamás primerizas, tranquilas que todo es normal. ¡Ok, no! Es la frase que al menos a mí no me gusta, supongo que cuando ya tienes experiencia con dos o tres hijos ya te sabes de memoria todo lo que va a pasar, pero cuando apenas estás entrando al mundo complejo de ser mamá, nada entiendes, nada es bueno, nada es normal, nada que no te diga el doctor será real y nada que no sea parte de tu instinto querrás hacer.

No puedo decir que tengan calma, que las cosas pasarán, que piensen rápido y tranquilas, porque no es así, nunca lo veremos de esa manera, debemos empezar a aprender y manejarlo poco a poco, no pretendamos que de un día para otro seremos expertas en el tema, me queda claro que día a día aprendemos algo nuevo.

Seguramente recuerdan esa frase dicha por muchas mamás y papás, “preferiría que me pasara a mí y no a él/ella”, sí, hoy lo confirmo.



Así me pasó




Bien, pues creo que debí empezar este blog desde que supe que estaba embarazada, porque así como lo dice el nombre, todo esto ha sido una ANDANZA, una travesía llena de cambios. Sin duda, todo cambia cuando te enteras, en mi caso, que ya no serían dos en la familia.

Mi embarazo fue planeado y deseado, pero eso no evitó que tuviera millones de sentimientos, muchos de ellos eran de desesperación y lágrimas, porque sí, fui una de esas embarazadas a la que le pasó de todo y ese todo siempre era "normal", pero al mismo tiempo sufrí de esa lluvia de comentarios que más que hacerme sentir "bien" me sumergían en una depresión, porque nadie entendía con exactitud cómo me sentía, cómo era mi día a día viviendo con síntomas muy desagradables.

¿Se imaginan que la vida les diera asco? Suena dramático, pero despertar para mí era una cosa terrible porque ya sabía de antemano que todo mi iba a dar asco, sí, vestirme me daba asco, tomar agua me daba asco, ver la tv me daba asco, es más, lavarme los dientes podía ser la tortura más inhumana para mí, confieso que dos que tres veces omitía ese paso en mi higiene, pero les juro que hacerlo era vomitar fantasmas, porque no tenía absolutamente nada en el estómago.

Muchas veces escuché que el embarazo era la etapa más bonita de la mujer. No, definitivamente no es bonito. Estar embarazada no es una etapa que disfrutas mucho como mujer, lo mejor de la vida, no, no lo es. Hoy trato de entender por qué venden esta idea del embarazo feliz, al menos yo, no la pasé nada, pero en verdad nada bien.



Me gustaría que quedara claro que al pensar así no soy una mala persona o mujer, simplemente no es nada lindo, es lo que me tocó vivir y lo acepté.

Imaginen ustedes hombres que nunca van a pasar por un proceso así y mujeres, aquellas que están en el proceso, las que ya lo vivieron tal vez se identifiquen y las que no lo quieren experimentar sabrán detalles y evitarán comentarios como el típico "qué exagerada".

¿Se han puesto a pensar en significado real de tener un hij@? Yo podría jurar y firmar que no, nadie tenemos la menor idea, por mucho que lo deseen, cuando se enteran o tal vez a mí nada más me pasan esas cosas, entras en un estado de preocupación constante, no es “mira, ando alegre por la vida porque tendré un bebé”, no es película, no es un chick flicks donde todo es rosa y hermoso, donde tú eres una radiante mujer que pasea por las calle como si nada pasara, a mí la gente en la calle se me quedaba viendo feo, no exagero, no me creían hasta que mi esposo lo vio, por qué me veían feo, no lo sé.

En contacto con mamás de mi generación y próximas me han confirmado que les pasaron cosas similares que a mí, no es entonces, cosa de mi mente, que no lo digan todas es distinto. Debo aplaudir a aquellas a las que no les pasó absolutamente nada, ni un síntoma, créanme son MUY AFORTUNADAS. Y sí, hay quienes vivieron un embarazo “lindo” y "tranquilo", a ellas las envidio.

Sufres, sí, y por nueve meses, podría decir que hasta un poco más y aún con mi bebé ya en su cuna, esas constantes continúan, quiero mencionar algo, sufrir en un embarazo no son nada más síntomas típicos como náuseas, vómito, mareos, dolor de cabeza... no es nada únicamente ese sufrimiento, es luchar con tus pensamientos, es aceptar que estás creciendo y con crecer me refiero a mentalmente y claro, de tamaño, es luchar con tus telarañas en la cabeza cuando la ropa ya no te queda, cuando descubres que las estrías hicieron su entrada en escena, cuando las hormonas juegan contigo y el cabello se te cae –yo en un acto de desesperación corté mi larga cabellera–, ponerte unos zapatos puede ser una actividad de más de 15 minutos, respirar te cuesta trabajo, con nada te sientes bonita, hay días terribles en donde no se trata de síntomas.

A toda costa eviten mencionarle a una mujer embarazada esa frase de "pero no estás enferma, tu sigue tu vida normal", no señoras y señores, me queda claro que no estamos enfermas porque el embarazo no se considera así, pero estar viviendo en el baño porque no paras de vomitar, dormir todo el día o ya no poder dormir, tener dolor de cabeza, no comer bien, todo eso sí diera la impresión de que uno está enfermo y hacer tu vida "normal", no, tampoco se puede porque ya tu vida cambió, ya nada es normal, ya nada puede ser como antes, normal para mí era ir y venir, andar moviendo cosas, comer lo que se me antojaba, disfrutar de mis paseos, estando embarazada no quiere decir que dejarás de hacerlo, pero mucho de ello se va haciendo menos, hasta que ya no puedes ni mover un dedo, no tan fácil te avientas a usar el metro de la CDMX con la consigna de que puedes ser aplastada.

Con este blog, deseo transmitir a quienes me lean cómo es mi vida de mamá desde mi trinchera, tal vez alguien se identifique con ello y así no me sentiré como loca o como diría mi amigo Estevan "es que a ti nada más te pasan esas cosas"...








¿Cosas inservibles?

Cuando nació monstruita me topé con muchos post que decían básicamente "lo que no debes comprar para la llegada de tu bebé" o &qu...